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28 Días en Camp Bay (O Como Desconectarse del Todo)

La Vida Mía

El blog:

Si me hablaron por Whatsapp o Instagram en los últimos 28 días, tal vez se dieron cuenta que…¡no estaba! En honor a mis resoluciones del 2018, decidí desconectarme completamente para estas vacaciones en Camp Bay junto a Mike. Sigue leyendo para conocer los detalles…

La mayoría de resoluciones de año nuevo tienen una vida útil de tres semanas. Nos prometemos dietas imposibles, un régimen aeróbico extenso, nuevas costumbres, nuevas tradiciones, viajes olvidados, meditaciones a medias…y todo reanuda exactamente 365 días después.

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Pero este año iba a ser diferente, en serio iba a ser diferente, de veras, de veritas. En diciembre, Mike y yo nos prometimos que sin importar las circunstancias (fechas topes, rumores de lluvia, truenos o tormentas), en junio nos íbamos de viaje.

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Lo irónico es que cuando más necesitas una tarde en la playa, cuando más necesitas desconectarte y disfrutar de un atardecer, en esos meses ajetreados es cuando menos consideras hacerlo. Mike tenía la meta de aprender a kite-surf, yo tenía la meta de desconectarme (véase el siguiente escrito); nos fuimos por un mes a Camp Bay Lodge.

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Camp Bay: Día 1

¿Como empezar a describir nuestra playita? Quiero desmentir aquella Roatán de barcos turísticos y arenas fabricadas. La isla que yo viví estas últimas semanas es una isla que pocos conocen.

East End prometía un tesoro desconocido: una casita, sin cortinas, frente al mar, donde nunca se había encendido el aire acondicionado. Allí amanecíamos a las cinco de la mañana para disfrutar de un cafecito en la terraza. Nos acompañaban los colibríes locales en aquel jardín abundante, y más allá, el rugir de un mar escondido.

Luego Rachel nos prepara desayunos de “banana pancakes” y tostadas francesas, sesiones de yoga con Kirby y Alex, una playa nuestra para caminar, Mike en sus clases, yo leyendo, leyendo, leyendo.

Kite-Surfing en Roatán

Uno de los instructores de Mike era el dueño del hotelito, Chris. El otro, Jardo, arribaba con una mochila llena de mangos mechudos (a bañarse inmediatamente después). Al subir la brisa, las interminables horas de práctica de Mike, y siempre había algo que leer y pensaba lo afortunada que soy de tener esta oportunidad.

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Hay algo que decir por perderse. Mi tiempo en Camp Bay me energizó y regreso a la oficina inspirada y lista para nuevos retos. Y es porque viví estas experiencias al cien por ciento, sin distracciones digitales ni grupos y chats y posts de Instagram. Conocí personas bellas: Kirby de St. Kitts, Ina de Nueva York, Kristen, quien practica yoga en California, Dr. Mike de Los Angeles, Alex, Marco, todos con vidas radicalmente diferentes, todos buscando un momento efímero de paz y agua salada.

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Hay que perderse de vez en cuando, desconectarse y levantar la cabeza, apreciar cada detalle que vivimos a diario, un colibrí, un mango cualquiera, la hamaca y los pies descalzos.

Tal vez lo haré más a menudo.

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