En un nueve de agosto hace diez años, se reunieron doscientas cincuenta personas para celebrar el matrimonio de Carlos y Daniella, la hermana de Mike. Fue la primera boda que hice sola. Había trabajado junto a mi mamá por unos años, después me enredé en el mundo de Alondra y los eventos en ese divino jardín, una cosa aquí, una cosa allá, y en una de esas se comprometió Daniella; hoy les quiero contar esta historia.
Mi Primera Boda
Recuerdo que tenía otro trabajo en ese entonces (hace una década, cuando no existían los Instagram Lives, ni los blogs…), pero quise ayudar a mi suegra.
Me llenaba el corazón saber que podíamos hacer algo bello juntas. Daniella vivía fuera del país (si existía Skype, gracias a Dios), pero nos coordinábamos feliz de la vida, platicando online y soñándonos su boda.
Y era una boda sencilla.
Mi suegra es de flores, pero naturales y creciendo en el jardín de la casa. Mi suegra es de recibir a sus amigos, los más cercanos, y disfrutar la tarde juntitos, riéndose, en un ambiente lindo, sencillo, pero siempre elegante. Esa era la idea, de abandonar las pretensiones y llenar el mundo de luz, si tan solo por una noche.
Nos enfocamos en eso: en iluminar. Se nos ocurrió llenar El Trapiche con linternas de papel crepe, la luz tenue acariciando florecitas bajas, el menú hecho con mucho amor por Kiki, hermana también de Daniella.
Rayito de Sol
Hay algo más que añadirle a la historia. Cuando Daniella nació, su papá (mi suegro) llegó a casa, rebuscó entre los gabinetes hasta encontrar su Long Play, una sacudida, colocó el vinilo y dejó que sonara la música. En esta ocasión, fue Oda a la Alegría, o la Sinfonía 9 de Beethoven. Y era porque su hija era esa alegría tan grande, una lucecita en su vida, como rayito de sol que logra aclarar hasta el cielo más turbio.
Siempre me gustó platicar con mi suegro. Era un caballero de los que ahora solo existen en novelas inglesas. Platicábamos de muchas cosas, incluyendo su sueño de entregar a su hija en el altar, verla casarse, verla sonreír detrás del velo de encaje.
La condición de salud de mi suegro empeoró antes de la boda y Mike fue el que entregó a Daniella en el altar. Cuarenta días después, el papá de Daniella y Mike falleció.
Pero él vivió su sueño, de ver a su hijita vestida de blanco, bailando alegre, una noche imposible de olvidar, que hasta la misma Wedding Planner la disfrutó, lucesitas que retrataban momentos en memoria y la famila junta y así, noches así son como promesa que existe el amor. La boda fue una oda a la alegría.
Recuerdo la boda de Daniella, no solo por ser mi primera, no solo por celebrar esta década de planeaciones y eventos y lucesitas, sino también porque tuve el privilegio de ayudarle a mi suegra en un momento delicado, la bendición de una bride que confiaba en mí y la alegría de presenciar todo con ellos.
Esa era la historia de hoy.
Fotografía: Pako Castillo
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