Empezamos en la pista de baile. La novia está bailando con su padre. Es una canción tenue, callada, la voz juguetona de Donna Summer entonando sus primeras notas musicales.
Ellos bailan, sonriéndose, disfrutando este momento, este último baile entre padre e hija. Los invitados desbordan los bordes del escenario, atentos. La música es lenta.
Hay una pausa infinitésima.
Todos alzan la mirada—en ese momento, dejamos de distraernos, dejamos de platicar con el vecino, dejamos de respirar.
Y comienza la canción. Y comienza la fiesta. Y comienza la alegría.
Deben imaginarse ese momento para imaginarse la boda de Ana Elena y Enrique.
La boda fue en el jardín de la abuela. La meta: lograr que la carpa cubriera el árbol milenario sin sacrificar ni una de sus ramas, y además encontrar la forma de entarimar el terreno quebrado para crear un solo espacio bello.
Last Dance Tonight
Pero regresemos unas cuantas canciones atrás. Rebobinemos el casete.
Planear con Ana Elena fue un gusto completo. Confiaba en mi, sabía lo que quería (una fiesta muy, muy alegre), siempre estaba feliz y emocionada por los detalles. Fue una experiencia bella y ella fue perfecta.
Y el resultado fue igual. Una entrada divina, con alfombras persas y majestuosas, completamente transformando el espacio, dándole la bienvenida a sus invitados.
El clima y la temporada nos bendijeron con cielos azules, y nos permitió crear un jardín de cervezas (biergarten) sin toldo, al aire libre, el sueño de todas las novias. Lucecitas en sus cuerdas, un busito de cervezas Paulaner, pretzels recién hechas, chorizos y mil detallitos alemanes que combinaran con la cerveza. ¿Se lo pueden imaginar? Una terraza, sin techo, con amigos y cervezas, a media boda…casi imposible de creer.
Y así es como llegamos al último baile. Pero en verdad fue el primero, pues la pista no se vació por el resto de la noche. Los amigos y los familiares de la pareja disfrutaron, y tal vez fue esa pequeña canción que definió el ambiente del resto de la noche, o tal vez fue la pareja alegre y enamorada, o tal vez fue el cielo azul.
Ana Elena y Enrique: les deseo una vida llena de primeros y últimos bailes, de tardecitas en terrazas, de cielos azules y templados. ¡Felicidades!
Fotografía: David Mendoza
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