En el mundo de los eventos de lujo, los detalles no son un complemento: son el lenguaje con el que se expresa la elegancia.
Entre esos detalles, hay uno que siempre despierta sonrisas y miradas curiosas: los petit fours.
Un guiño a la tradición francesa
Originarios de la repostería francesa, los petit fours —literalmente “pequeños hornos”— son delicadas miniaturas dulces que combinan arte, técnica y sabor. En cada evento que diseño, me gusta incluirlos como un toque final que deja una huella en la memoria de los invitados: un pequeño bocado que resume toda la experiencia.


Una mesa dedicada a petit fours es mucho más que un postre: es una escenografía dulce.
Me gusta diseñarlas como pequeñas galerías gastronómicas, con distintos niveles y materiales.



Los petit fours no compiten con el pastel; lo acompañan, lo presentan, lo traducen en pequeños bocados. Son el puente entre la estética del postre principal y la experiencia individual de cada invitado.
Mientras el pastel es una declaración, los petit fours son susurros de detallismo.


Son ideales para que los invitados los disfruten durante la recepción o incluso como recuerdos empacados dentro de una cajita transparente con una cinta linda y delicada.




Su tamaño y diseño permiten agregar un toque refinado sin abrumar la mesa. Cada bocado es una muestra de cuidado y atención al detalle, elevando instantáneamente la percepción del evento.


Al final del día, los petit fours son mucho más que postres. Son la forma más dulce de decir gracias por venir, de cerrar una experiencia con elegancia y emoción.

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