Hoy les quiero contar de una experiencia bella que tuve este año gracias a Café Nativo. Visitamos Finca el Puente para vivir la experiencia del café. Y me encantó poder formar parte de ella, si tan solo por una tarde. Sigue leyendo para conocer los detalles…
Un Cafecito
Una mañana perfecta requiere, inevitablemente, de un cafecito perfecto. Mis días de semana: las patitas de Lulú me despiertan cerca de las seis, a esa hora que Tegucigalpa todavía se esconde entre la neblina, y lo último que quiero es levantarme y comenzar el día. Pero a medida que la habitación se llena de aquella fragancia dulce de café recién molido y el borde de la taza intenta contener el diluvio de café…bueno, feliz lunes.
Los invito a considerar al café como una institución, como el firmamento de un día productivo y significativo, el empujoncito que a veces necesitamos para sobrevivir el sopor de las reuniones tardes y la lista infinita de quehaceres. Pero no solo es institución: también significa pasión. Nos sentamos con amigas y la cafetera nunca está lejos. Compartimos historias. Nos ponemos al día. Algunos se enamoran. Todo por una tacita de café.
En enero, Café Nativo invitó a un grupito de diez personas en excursión a la Finca el Puente, galardonada de La Taza de Excelencia, ubicada en Chinacla, cerca de Marcala (allí tuvo que nacer el café). Y tal es mi amor por el café, que tuve que ir a conocer como esa tacita de café llegaba a mis manos todas las mañanas.
Finca el Puente
Los creadores de Café Nativo son apasionados por el buen café. Tuestan su propio producto, lo muelen para uso en sus tiendas y también para la venta. Tienen líneas clásicas, pero siempre están cambiando y agregando diferentes opciones. Estas comparten un rasgo común: calidad. Nativo se dedica a buscar las mejores fincas con el mejor café, fincas como la de Marysabel y Moisés.
Y al llegar a la finca, nos llevaron a través de todo el proceso cafetalero: entre siembras de java, pacamara, catuai y geisha, los dueños nos explicaban cada detalle de la planta—porque había sido sembrada allí, las barreras de copalchi y grevillea que las rodeaban, el efecto del viento y como proteger la cosecha—hasta que llegó la hora de seleccionar cada fruta de café, asegurándonos que estuviera en su momento perfecto.
Caminábamos entre las casas de los trabajadores; como parte de su remuneración, la finca les financia un hogar digno, motivación que también desarrolla el sentido de comunidad allí.
Luego paseamos por los viveros, donde vimos la siembra y germinación de las semillas. Luego, nos llevaron hacia el risco, desde donde podíamos ver la finca, y allí cada uno encontró un rotulito con su nombre, donde pudimos sembrar un arbolito de café java. Después de la jornada larga, disfrutamos de pupusas y claro, un delicioso café.
En Anfitrionomia, siempre pensamos en los detalles. Debería de ser así en la vida real, también, ¿no? Disfrutar cada momentito de la vida, cada granito de café, y todo lo que él ha pasado para llegar a tu taza en la mañana. Ahora puedo pensar en cuantas manos hondureñas, cuanto esfuerzo, cuanta pasión lleva ese granito de café. Esos son los detalles gratos, los detalles de una mañana perfecta y una taza de café perfecta.
[…] bien sabrán, los domingos por la mañana se reservan para el desayuno. Después de un cafecito, bajo a la cocina, abro el libro de recetas y comienzo a experimentar con esta u otra receta. En la […]