En febrero, visité la Ciudad de Panamá en ánimos de trabajo: era la celebración de los 25 años de Ficohsa, mi cliente. Habíamos organizado la inauguración de la oficina, entonces viajé al país centroamericano y conocí a Alex Gaudiano, un decorador reconocido y una persona excepcional. Quedamos en hacer algo pronto—imaginarse un concepto, trabajar juntos, regresar a Panamá a inventarse algo—y me quedé con esa idea en la cabeza al regresar a Honduras.
Unos cuantos meses después, recibí un mensaje de ASOFLOR. Es una asociación de decoradores y floristas en Panamá que celebraban su convención anual, invitando a diferentes conferencistas expertos y apasionados en nuestra profesión. Este año, fui considerada como una de las expositoras.
No podía contener mi emoción.
Como muchos profesionales, mi trabajo es mi vida; como muchos profesionales creativos, a veces siento la frustración que mi trabajo se desprecia, o se aminora, por ser creativo. Existe un sesgo, tal vez involuntario, hacia el trabajo creativo—que no es trabajo de verdad, que es pura diversión y magia, y así ad nauseam.
Y mi trabajo, por cierta parte, depende del flujo creativo. Pero también depende de todas las destrezas y dedicaciones que requiere cualquier negocio. Tengo la suerte (casi imposible) de haber logrado convertir mi pasión en un negocio, un éxito financiero y creativo—es el mismo éxito que encontrás en una empresa de mercadeo, o producción de textiles, o servicios educativos—y no hay nada más enriquecedor y gratificante que saber que ese éxito es considerado. No solo considerado, sino reconocido.
Porque este trabajo de planeación, de wedding planning, no se limita al centro de mesa bonito, a la florecita que mejor combine, no: requiere de mucho más. Por esa razón ASOFLOR celebra sus convenios, trae a expertos, busca maneras de enseñar y transmitir pedacitos de sabiduría.
El poder formar parte de este evento, el poder impartirles a los planeadores más jóvenes lo que yo había pasado y vivido, pero también recibir la confirmación de los expertos que llevaban años más adelante que mi (si, yo también pasé por lo mismo), esa experiencia no tiene comparación.
Hablé de las diez lecciones que había aprendido en estos últimos años de wedding planning, hablé de hacer las cosas con amor, como me lo había enseñado mi mamá, que no todos los eventos tenían que ser bombásticos y exagerados, con mares de flores y presupuestos explotados, no: también hay belleza inolvidable en lo pequeño.
Una de las memorias que me llevo conmigo tal vez no es tan pequeña. Es el desayuno de bienvenida en el American Trade Hotel, sentada a lado de nadie más que Preston Bailey, el panameño que era el invitado de honor en nuestro evento. Platicamos de mi negocio, me hizo preguntas y me dio consejos. Un momento pequeño, pero inolvidable.
Gracias a ASOFLOR, por reconocer mi trabajo y mis esfuerzos, y gracias a todos los que formaron parte del evento (¡les dejo los nombres de estos grandes profesionales aquí para que los conozcan!) por enriquecer esta experiencia tan linda del mundo de los eventos.
Conferencistas:
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