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Boda de Destino: Fabiola y Luis Carlos

Bodas

El blog:

Cada boda tiene su encanto. En el pasado, nos hemos enfocado en uno u otro detalle particular—tal vez unas lámparas espectaculares, la estación de café, el menú perfecto, la pareja que baila hasta el amanecer. Pero, ¿y si todo fuera perfecto? ¿Qué pasa si el clima se porta bien, si la música nunca termina, si los postres son los más dulces que alguna vez has probado? ¿Y si planeas una boda de destino en Roatán, y cada detalle se ejecuta a la perfección?

Puede suceder. Si sucedió, en una playa asoleada del caribe, la arena caliente y marfilada, el agua callada y contenta, el cielo azul como nunca habías visto. Esta es la historia de Fabiola y Luis Carlos y su boda mágica en Roatán.

La Boda de Destino Perfecta

Retrocedamos un poco, tal vez unos seis meses antes de la boda. Conocí a Fabiola y a Luis Carlos por teléfono, planeando una prueba de comida en la isla. Nos encontramos en Ibagari, el hotel boutique escondido en West Bay. Disfrutamos de una cena divina, con comida deliciosa y en buena compañía, y por un momento se me olvidó que este era mi trabajo.

Las bodas de destino requieren paz, serenidad. El clima caribeño no se presta a la predicción: un sol fuerte puede desaparecer en un segundo, reemplazado por torrenciales de lluvia. Bueno, tal vez exagero un poco, pero planear la tarde en la playa requiere de un Plan B, en caso de cielos oscuros.

Pero Roatán se comportó de gala, como si la isla misma estuviese celebrando a la pareja feliz. Ellos llegaron a la recepción en un yate; en el muelle, les esperaba una banda de músicos garífuna, recibiéndolos al son del tambor. La pista de baile yacía frente a una piscina llena con pétalos de rosas, naturales, cada uno colocado delicadamente solo unas cuantas horas antes. A medida que el sol se acercaba a tocar el mar hondureño, la pareja comenzó a bailar.

Moet en Roatán

¿Te lo podes imaginar? ¿La luz dorada que llenaba cada espacio de la escena? Imaginate a las parejas felices, bailando descalzos sobre la arena. Escucha las olas calladas. Hay sal en el aire, pero también burbujas: frente al mar, un bar de Moet Chandon espera a los invitados. La pareja ama el champán y decidieron en este detalle al comienzo del proceso de planeación. Buscamos una manera de procurar cada botellita, y hacerla llegar a la isla. Fue una boda pequeña, intima, y la pareja feliz brindó una y otra vez, a medida que el sol abandonaba el cielo, dejando que las estrellas hicieran su debut.

La novia quería una mesa de postres divina, y la decoramos con orquídeas y flores tropicales, jugando con los colores del atardecer: rojos corales, naranjas, blanco puro como las nubes que jugueteaban por el cielo.

Flores había en todas partes. Usamos las piscinas como elementos decorativos. Sobre una, cubrimos la piscina entera con los pétalos de flores. Parecía una alfombra majestuosa. En la segunda colocamos luces delicadas, candelitas individuales flotando sobre hojas.

Los días isleños en Roatán son divinos, sus verdes resplandeciendo en el sol de la tarde, pero cuando se avecina la noche, el cielo se llena de puntos brillantinos, a miles de millones de leguas, guiñándole a la pareja, como si estuvieran diciendo, hoy estamos aquí por ustedes. Cerca de la medianoche, el cielo se encendió con fuegos artificiales, como si fuera un treinta-y-uno de diciembre, uno de esos momentos inolvidables…

Y así fue. Y bailaron. Y rieron. Y aún cuando miro las fotos, no puedo creer lo perfecto que todo fue. Fabiola y Luis Carlos, les deseo muchos días y muchas noches perfectas—algunos en la playa y la arena, algunos llenos de flores, pero todos con champán.

Fotografía: Daniel Mendoza

  1. […] vez ya se dieron cuenta que amo los cuentos de amor en la playa. En ese momento que el sol se estrella contra las olas caribeñas, en ese momento no existen […]

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